A partir de seis moléculas de CO2 se producen dos moléculas de gliceraldehído-3-fosfato (GAP), que son transportadas al citosol. A partir de estas moléculas también se sintetizan el almidón, la celulosa y otros compuestos orgánicos. El proceso completo desde la captura de la energía luminosa hasta la producción de azúcar termina en el citosol de las células fotosintéticas. Los iones del citosol pueden ser, por ejemplo, calcio, potasio o sodio. Las moléculas que podemos encontrar en el citosol pueden ser azúcares, polisacáridos, aminoácidos, ácidos nucleicos y ácidos grasos.
Una vez formados, los polisacáridos son transportados hacia las diferentes partes de las células de las plantas marinas, ya sea moviéndose entre las paredes celulares (transporte apoplástico) o alrededor del citoplasma de las células (transporte simplástico). Este movimiento está modelado por la teoría de presión-flujo, una parte de la cual dice que el fluido que contiene el hidrocoloide, se mueve a través de tubos cribosos por la presión de fluido. Por este medio, los nutrientes se pueden mover desde el lugar de la fotosíntesis (la fuente), pared celular, al lugar donde se utiliza el hidrocoloide (el sumidero), ya sea hacia el centro o a la matriz de las células.
Entre los hidrocoloides se encuentran la carragenina, alginato y agar. Las algas rojas son productoras de carragenina y agar. La carragenina presenta propiedades naturales que pueden utilizarse como vehículos magnéticos para el suministro de agentes terapéuticos, ya que se logra dirigirlos a lugares específicos en el cuerpo humano a través de la aplicación de un gradiente de campo magnético. Esto deberá permitir el uso de la propiedad de autoflorescencia de estas algas para monitorear el efecto de agentes terapéuticos (Batista de Vega et al. 2017).