
Historia
Los seres humanos hemos aprendido a conocer las plantas marinas cosechándolas y utilizándolas de muchas maneras, tanto las microalgas, como las macroalgas y fanerógamas marinas.

El informe más antiguo sobre el uso de algas marinas se remonta a tiempos prehistóricos, datados entre 14.220 y 13.980 a.C. (-12 310 y 12 290 de 14C) en Monte Verde (Chile). Dillehay, 2004, en su libro Monte Verde: un asentamiento del Pleistoceno tardío en el sur de Chile, presentó una lista de especies de flora y las clasificó de acuerdo con los estudios etnobotánicos actuales de uso económico de la región. Las interpretaciones arqueológicas de estas excavaciones, comenzadas en 1977, identificaron nueve especies de algas que fueron usadas como alimento y medicina por los habitantes (Dillehay et al. 2008). Las especies Durvillaea antartica, Porphyra sp. y Gracilaria sp., fueron clasificadas como de uso alimenticio, mientras Sargassum sp. fue catalogado tanto de uso alimenticio como medicinal. Así se encontraron piezas de unas estructuras parecidas a tortas, muy bien preservadas, y que se elaboraron con D. antartica, Porphyra sp., Gracilaria sp., y Sargassum sp.
Considerando que algunas tortas mostraban mordidas de humanos del Pleistoceno tardío en el sur de Chile (Rossen & Ramírez, 1997, Fiedel, 1999), podría suponerse que las algas marinas le permitían a la comunidad satisfacer una deficiencia estacional de las vitaminas del complejo A y B y de yodo, muy común entre las poblaciones que distaban del mar.
Considerando que algunas tortas mostraban mordidas de humanos del Pleistoceno tardío en el sur de Chile (Rossen & Ramírez, 1997, Fiedel, 1999), podría suponerse que las algas marinas le permitían a la comunidad satisfacer una deficiencia estacional de las vitaminas del complejo A y B y de yodo, muy común entre las poblaciones que distaban del mar.
El consumo humano de las macroalgas como medicina y alimento ha sido documentado en el Caribe desde el siglo XIX, al menos, en ocho diferentes islas y también en Panamá.
(Michanek, 1975)

Algunas especies fueron clasificadas taxonómicamente por Taylor, 1960, 1985. Las investigaciones etnobotánicas sobre los usos de plantas terrestres en Panamá, han sido razonablemente documentadas; sin embargo, la utilización de las plantas marinas por la población panameña se ha pasado por alto (Batista G, 2009; Hurtado A, Critchley A, Neish, 2017) Al menos dos diferentes grupos de humanos, históricamente radicados en Panamá, los gunas y la comunidad afroantillana, utilizan tradicionalmente especies de Gracilaria sp. y Sargassum sp. de diferentes maneras. Por ejemplo, los afroantillanos usan especies de Gracilaria para alimentos en sopas, cereal para los niños y bebidas vigorizantes, mientras que los gunas las utilizan en sus actividades de etnobotánica, para curar desordenes psicológicos, como los emocionales en la mujer durante sus cambios hormonales y algunas afecciones físicas como dolor de muela. Algunas especies de Sargassum sp. son utilizadas por los afroantillanos para tratamiento de los riñones y para fertilizante en palmas de coco, y por otro lado, los gunas utilizan estas especies para curar orzuelos, golpes en la cabeza y contusiones en la piel (Batista de Yee & Connor, 1982).
Las especies de algas rojas de importancia comercial, localizadas en el Caribe panameño, fueron muy bien documentadas en artículos científicos a finales de los años 80 por James Norris e Isabella A. Abbott, del Departamento de Botánica del Instituto Smithsonian y la Universidad de Hawai, contando con la participación de científicos colaboradores del Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencia China en Qingdao, (IOCAS), quienes participaron en varios talleres para la identificación de estas especies. Se publicaron ocho volúmenes sobre taxonomía de las macroalgas de importancia comercial del Caribe: Taxonomy of Economic Seaweeds: with Reference to some Pacific and Caribbean species.
De 1976 a 1980, en el Laboratorio Marino de Punta Galeta, del Instituto Smithsonian, localizado próximo a la entrada norte del canal de Panamá en el Caribe, se realizaron estudios sobre algas marinas en los que se presentaron listas de especies de macroalgas elaboradas por diferentes científicos al hacer sus tesis doctorales. Entre ellos están Judith Connor, Mark Hay y John Killar. Mark Hay reportó, entre los años 1977, 1979 y 1980, muestras de algas rojas como género Eucheuma, adherida a fondos arenosos en el área del laboratorio de Punta Galeta (Hay & Norris, 1984). Hay publicó, en su tesis doctoral, la identificación de cinco individuos del género Eucheuma a profundidades entre 1.5 a 4.5 metros en la temporada lluviosa (Hay, 1980).
Las especies de algas rojas de importancia comercial, localizadas en el Caribe panameño, fueron muy bien documentadas en artículos científicos a finales de los años 80 por James Norris e Isabella A. Abbott, del Departamento de Botánica del Instituto Smithsonian y la Universidad de Hawai, contando con la participación de científicos colaboradores del Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencia China en Qingdao, (IOCAS), quienes participaron en varios talleres para la identificación de estas especies. Se publicaron ocho volúmenes sobre taxonomía de las macroalgas de importancia comercial del Caribe: Taxonomy of Economic Seaweeds: with Reference to some Pacific and Caribbean species.
De 1976 a 1980, en el Laboratorio Marino de Punta Galeta, del Instituto Smithsonian, localizado próximo a la entrada norte del canal de Panamá en el Caribe, se realizaron estudios sobre algas marinas en los que se presentaron listas de especies de macroalgas elaboradas por diferentes científicos al hacer sus tesis doctorales. Entre ellos están Judith Connor, Mark Hay y John Killar. Mark Hay reportó, entre los años 1977, 1979 y 1980, muestras de algas rojas como género Eucheuma, adherida a fondos arenosos en el área del laboratorio de Punta Galeta (Hay & Norris, 1984). Hay publicó, en su tesis doctoral, la identificación de cinco individuos del género Eucheuma a profundidades entre 1.5 a 4.5 metros en la temporada lluviosa (Hay, 1980).
En las costas del distrito de Colón se ha desarrollado un área de cultivo de algas marinas por medio del proyecto Cultivo Ecosostenible de Algas Marinas y sus Aplicaciones.

Para su desarrollo, nos hemos guiado por las experiencias obtenidas en los primeros cultivos del género Eucheuma en el mundo (Deveau & Castle, 1976; Doty, 1971 a; Doty, 1971 b; Doty, 1973; Doty & Alvarez, 1975; Doty & Alvarez, 1981; Doty & Alvarez, 1973; Glenn & Doty, 1981; Glenn & Doty, 1990; Glenn & Doty, 1992; Lim, et al. 1982; Lim & Porse, 1981; Parker, 1974); además de contar con las experiencias en la identificación y manejo del género Eucheuma en los hábitats naturales del Caribe, alrededor del laboratorio marino de Punta Galeta (Hay, 1980; Connor, 1984; Doty & Norris, 1984).
Desde el año 2000, existen en nuestro país cultivos productivos de macroalgas de los géneros Gracilaria y Eucheuma. Esos cultivos se desarrollaron en dos etapas. Primero, el cultivo in situ (en el mar y en tanques) y, posteriormente, el cultivo in vitro (en el laboratorio y en aclimatación en tanques y acuarios). Ambos cultivos tienen como objetivo obtener un desarrollo sostenible en la zona costera y un producto atractivo para la industria que dé oportunidades económicas a los cultivadores. Las técnicas de los cultivos in vitro permiten el mantenimiento de semillas en el laboratorio y su aclimatación posterior en tanques y acuarios (Loureiro et al. 2009; Vega, 2009).
La empresa Gracilarias de Panamá S.A. fue la primera en nuestro medio que desarrolló alternativas productivas para obtener productos importantes como agar, carragena y alginatos para la industria mundial, respetuosas con el medio ambiente y que refuerzan la necesidad de asegurar la conservación de los manglares en la zona costera del distrito de Colón. Más recientemente, Panama Sea Farms se ha sumado positivamente a este esfuerzo. El cultivo de algas marinas viene a llenar un profundo vacío, particularmente en las poblaciones costeras, que son muchas veces marginadas de los avances socioeconómicos de los comercios locales.
A pesar de la gran demanda mundial para la obtención de agar, carragenas y alginatos, que producen las algas rojas y pardas, ni los cultivadores de algas ni los científicos han tenido instrumentos asequible para obtener una mejor compresión de estos hidrocoloides. Desde el 2016, Batista de Vega y colaboradores han iniciado una nueva técnica que facilita el entendimiento de la detección de hidrocoloides, estudiando la autofluorescencia que las células de las algas producen, por medio de la microscopía confocal láser, técnica no agresiva para las células vivas que permite la detección y diferenciación de los distintos tipos de carragena, en las células de las algas cultivadas. Estas especies tienen propiedades autofluorescentes, lo que ha permitido un análisis rápido y eficiente.
Este atlas presenta historias de pescadores locales que nos cuentan al entregarnos las algas. Por otra parte, resaltamos las informaciones obtenidas como resultado de investigaciones científicas desarrolladas en el área durante varias décadas. Hacemos hincapié en la importancia de las especies de macroalgas marinas que se cultivan en el Caribe panameño, presentando a la luz pública, por primera vez, sus propiedades de autofluorescencia y las diferencias entre ellas, como indicadores de su capacidad de producir nuevas energías.
Desde el año 2000, existen en nuestro país cultivos productivos de macroalgas de los géneros Gracilaria y Eucheuma. Esos cultivos se desarrollaron en dos etapas. Primero, el cultivo in situ (en el mar y en tanques) y, posteriormente, el cultivo in vitro (en el laboratorio y en aclimatación en tanques y acuarios). Ambos cultivos tienen como objetivo obtener un desarrollo sostenible en la zona costera y un producto atractivo para la industria que dé oportunidades económicas a los cultivadores. Las técnicas de los cultivos in vitro permiten el mantenimiento de semillas en el laboratorio y su aclimatación posterior en tanques y acuarios (Loureiro et al. 2009; Vega, 2009).
La empresa Gracilarias de Panamá S.A. fue la primera en nuestro medio que desarrolló alternativas productivas para obtener productos importantes como agar, carragena y alginatos para la industria mundial, respetuosas con el medio ambiente y que refuerzan la necesidad de asegurar la conservación de los manglares en la zona costera del distrito de Colón. Más recientemente, Panama Sea Farms se ha sumado positivamente a este esfuerzo. El cultivo de algas marinas viene a llenar un profundo vacío, particularmente en las poblaciones costeras, que son muchas veces marginadas de los avances socioeconómicos de los comercios locales.
A pesar de la gran demanda mundial para la obtención de agar, carragenas y alginatos, que producen las algas rojas y pardas, ni los cultivadores de algas ni los científicos han tenido instrumentos asequible para obtener una mejor compresión de estos hidrocoloides. Desde el 2016, Batista de Vega y colaboradores han iniciado una nueva técnica que facilita el entendimiento de la detección de hidrocoloides, estudiando la autofluorescencia que las células de las algas producen, por medio de la microscopía confocal láser, técnica no agresiva para las células vivas que permite la detección y diferenciación de los distintos tipos de carragena, en las células de las algas cultivadas. Estas especies tienen propiedades autofluorescentes, lo que ha permitido un análisis rápido y eficiente.
Este atlas presenta historias de pescadores locales que nos cuentan al entregarnos las algas. Por otra parte, resaltamos las informaciones obtenidas como resultado de investigaciones científicas desarrolladas en el área durante varias décadas. Hacemos hincapié en la importancia de las especies de macroalgas marinas que se cultivan en el Caribe panameño, presentando a la luz pública, por primera vez, sus propiedades de autofluorescencia y las diferencias entre ellas, como indicadores de su capacidad de producir nuevas energías.